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lunes, 23 de julio de 2012

De vez en cuando un poema...


Así
(Manifiesto del Fluir-Fluir)


Me gustas así
Enredada en los hilos de tu libertad
Tranquila en los silencios que nos comunican
Amada en las distancias
que se nos han abierto.

Así me gustas
Con tu brillo y tus tinieblas
Me gustas con la verdad por delante
Esa verdad que nos devora
y nos libera

Me gustas sin mí
y a pesar de mí,
me gustas conmigo,
amiga del tiempo
que no nos espera.

Me gustas corriendo
desde mí
y a veces hacia mí
Siempre corriendo,
sabiendo que quizá el secreto de correr
sea no llegar a ninguna parte.

Mágica, danzante, ardiente,
celosa, tierna y salvaje,
como las costas de donde zarpan los vientos
con los que vuelas a los orígenes del mundo
Así me gustas, así de simple.

Duerme tranquila,
duerme sin mí, duerme conmigo
Duerme con el universo que hierve en tus entrañas
y despierta con el soplo de mi amor en tu pecho
Que donde quiera que esté,
sin ti o con nadie,
siempre estarás conmigo.

viernes, 20 de julio de 2012

De vez en cuando un poema...

Trova y Más

Para Mariana y la Gata (Lisa), agradecido y gratamente sorprendido,
al calor de Lunando

Y de pronto
otra vez, sostenido,
ese viejo acorde que anuncia
el inevitable amanecer

Y de pronto
otra vez, respirando,
hondo y tendido
con la ventana abierta, de par en par,
a la madrugada.

jueves, 19 de julio de 2012

De la cripta...


Hablemos con propiedad de la propiedad (Parte I)
Un infierno llamado Banco de Venezuela



“Abandonad toda esperanza.
¡Oh, vosotros los que entráis aquí!...”
Dante Alighieri


¿En qué idioma gestión pública es sinónimo de ineficiencia? ¿Cuál es el código oculto por el cual propiedad estatal significa “sin dueño” o - peor aún - “de nadie”? ¿En cuál manual de procedimiento (o de “buenas costumbres”) la función pública requiere de altas dosis de indolencia?... No me salga nadie con lo del “país de los chaburros” o “esa vaina es culpechiabe” porque, como se verá más adelante, varios de los casos que incitan a las preguntas que acabo de hacer tienen por protagonistas a opositores a toda prueba. Algo que he podido comprobar en los últimos años – y corroborar en carne viva los últimos meses – es que el burocratismo no tiene color político. Lo que quiero, a partir del calvario que acabo de vivir, es pensar un poco en los problemas de fondo con los que se topa nuestra revolución al nacionalizar ciertas empresas. Empecemos por la historia…

Al parecer, mi primer error fue pretender abrir una cuenta en el Banco de Venezuela sin mayores problemas. La Fundación Infocentro, a la que me llamó una gran amiga para hacer equipo en el estado Bolívar, me solicitó que abriera una cuenta nómina en dicho banco, para lo cual me entregó, tras la firma de mi contrato, una carta dirigida a este banco recuperado para todos los venezolanos, según nos cuenta el presidente. Con ese documento, me explicaron las almas nobles de Infocentro, y el resto de los requisitos para abrir la cuenta (referencias personales, bancarias, copia de la cédula y un recibo de luz, teléfono o agua, esto último no es jodiendo) no tendría problemas para abrir la cuenta.

El calvario empezó la primera semana de mayo. Los primeros intentos fueron frustrados por razones realmente increíbles, si se da por cierto que estamos hablando del primer y más grande banco del país: NO HABÍA IMPRESORA. Sí, así mismo; en la oficina principal del Banco de Venezuela de Puerto Ordaz, no había impresora y “por lo tanto no estamos abriendo cuentas”. Después de reírme a gusto me dirigí a la oficina del CC Babilonia, por recomendación de la señorita que me atendió en la principal. Y adivinen… TAMPOCO HABÍA IMPRESORA. Lógicamente, lo que antes me dio risa, empieza a producirme suspicacia. Tú sabes, por esa paranoia ante el saboteo y los “matavotos” (en palabras de Luis Britto) que dice la gente pensante, opositora y de bien, que padecemos los chabestias de este país. Entonces decidí preguntar a la GERENTE de la oficina de Babilonia: “O.K, si no hay impresora, ¿qué estás haciendo tú para que sí haya?”. Su respuesta fue tan precisa como lapidaria: “Eso no me corresponde a mí, Señor”. La siguiente pregunta se caía por su peso: “entonces, ¿a quién le corresponde?”. Su respuesta, de antología: “Bueno, siga votando por Chávez”.

Las semanas siguientes los intentos fallidos se repartieron entre varias causas: “SÓLO ABRIMOS CUENTAS DE LUNES A MIÉRCOLES”, no es jodiendo. “YA LOS NÚMEROS PARA APERTURA DE CUENTA SE ENTREGARON, VÉNGASE MAÑANA, ANTES DE LAS SIETE SI ES POSIBLE”, repito, no es jodiendo. Y el mejor, cuando por fin me atendieron, recibieron mis papeles y todo parecía que iba  terminar: “SEÑOR, SU NOMBRE APARECE MALO EN EL SISTEMA”. ¿Cuál sistema? Pregunté, con un suspiro de agotamiento. “El sistema”, respondió el empleado con una seguridad que sólo dan los años de una burocracia bien asumida. Le mostré mis tarjetas de otros bancos, mi chequera y mis referencias bancarias en las que mi nombre aparece sin ningún error. Y me dijo que él no podía hacer nada. Fue la primera vez que los mandé a la mierda…

Había decidido renunciar a Infocentro, pero la paciencia y la voz de mi amiga-jefa me hicieron repensar la decisión: “No es posible que la burocracia nos derrote con una sola batalla… que esas son las cosas que tenemos que cambiar con nuestro empeño… que el trabajo que tenemos por delante es muy bonito y no podemos dejar de hacerlo (eso es verdad, gracias por la oportunidad), etc., etc., etc.…”

Así que seguí intentando, y entre las ocupaciones de mi trabajo (viajes, reuniones y talleres) se completó el mes de junio (dos meses exactos del primer intento) con otro par de intentos fallidos. Para estas alturas visitar una oficina del Banco de Venezuela, al menos una vez a la semana, se había convertido en parte de mi rutina laboral.

Pero el 6 de julio, un día después de celebrar los 201 años de la firma del acta que dice que nos liberamos de los españoles a quienes les compramos el banco hace poco, tuvo lugar la cumbre de todos mis padecimientos, emociones y confusiones en este infierno que superó con creces la morbosa imaginación de Dante. La chica que me atendió esta vez (toda una excepción de amabilidad y buen trato, hay que decirlo) me dijo casi sonreída: “señor, pero ya usted tiene una cuenta con nosotros”. “¿Qué? No es posible, yo no he abierto cuenta con ustedes”, respondí. “Sí, mire, está abierta en Caracas, el 4 de julio, hace dos días”. La chica me imprimió el papel, en el que aparecen una cuenta corriente y una tarjeta de débito asignadas a mi cédula y mi nombre, indicándome que debía preguntar a mis jefes por esa cuenta. Hechas las averiguaciones, resultó que no era una cuenta nómina, era una cuenta de Fideicomiso (QUE NO SABEMOS QUIÉN ABRIÓ, NI POR QUÉ, es en serio, no es joda, tengo un papel donde consta eso) y que, por lo tanto, tenía que abrir mi cuenta nómina en Guayana, como dios manda.

Lo que me lleva al día de ayer, 18 de julio, cuando con mi extraña historia de la cuenta que no me abrió nadie, me dirijo al puesto de la chica amable (después de una mañana de espera por mi turno) y le pido abrir mi cuenta normalmente. La chica, con cara sinceramente acontecida, me dijo: “Ay, señor, NO TENEMOS MATERIAL, ESTE LOTE DE CHEQUERAS VIENIERON MALAS Y ESTAMOS ESPERANDO QUE NOS LLEGUEN MÁS”. Al ver mi rostro, descompuesto seguramente, me dijo, quizás por mejorar mi expresión con alguna esperanza y no verme salir de su cubículo con esa cara, “pero pase mañana temprano, la valija llega hoy, yo le atiendo sin que haga la cola de nuevo”. Regresé al trabajo, con los sentimientos enredados entre la indignación y la esperanza. Y esta mañana cuando entré a la oficina del banco la funcionaria que administra la cola virtual (no es jodiendo, su trabajo es oprimir la pantalla por usted y entregarle el ticket) nos decía, con rostro de estatua egipcia, “Las aperturas están suspendidas hasta el próximo miércoles, por falta de material”, y cuándo pregunté por la chica amable, me dirigió una mirada que se balanceaba entre la indulgencia y el desprecio: “Ella no viene por el resto de la semana”.

Extrañamente, la primera sensación del momento, antes que se agolparan de nuevo la indignación, la vergüenza política (pues soy de quienes defienden las nacionalizaciones y la propiedad social de los medios de producción), la arrechera pura y simple de saber que ningún banco privado de este país deja una oficina más de 24 horas sin material para apertura, que en ningún banco privado, por grande y complejo que sea, a nadie le toma más de un día abrir una cuenta; en fin, antes de cualquier emoción negativa, sentí agradecimiento por la mentira piadosa de la chica amable, que con su gesto me procuró un almuerzo más o menos tranquilo ayer.

El Epílogo de esta historia no puede ser otro: RENUNCIO A MI INTENCIÓN DE ABRIR UNA CUENTA EN UN BANCO QUE TRATA TAN MAL A SU CLIENTELA y cuyo personal se caga en cada uno de los principios y las ideas por el cual fue nacionalizado. Debo añadir que en mis largas jornadas de espera por atención he visto como desprecian a quien va a cobrar su asignación por la misión, al viejito que va abrir la cuenta por Amor Mayor, a quien va a pedir su crédito para mi Casa Bien Equipada. Mientras se derriten en lisonjas y carantoñas con quien va a tramitar dólares para importar quién sabe qué mierda, o con quién le trae el regalito de Miami, por haberle tramitado los dólares para viajar. Nadie me lo ha contado, lo he visto, sentadito con mi ticket de cola virtual en la mano.

  
P.S.: Sí, renunciar a abrir una cuenta en el Banco de Venezuela, implica renunciar a seguir trabajando con Infocentro (tengo entendido). Es una lástima, pero está más allá de mi alcance. Quise poner lo mejor de mi talento y mi creatividad a su servicio, pero el burocratismo y la indolencia (después de tenerme seis (se lee 6) quincenas sin cobrar) acabaron con mi paciencia. Voy por un café y en una segunda entrega las reflexiones acerca de esta y otras experiencias con la propiedad.

miércoles, 18 de julio de 2012

Oración para conjurar la ignominia y celebrar la esperanza...


Eduardo Nuestro


Para Galeano, en acción de Gracias


Eduardo Nuestro, que estás en las bocas, en forma de pan de pobres, escaso pero bien repartido, o de palabra certera que no llena estómagos, pero sí atraviesa conciencias y silencios de siglos y suspiros y demencias; danos hoy nuestro tamal y nuestro verso, nuestra voz y nuestra arepa, que nuestra mudez se siga volviendo empeño y amor en tus historias, antes que odio y desvergüenza; que nuestro casabe sea la luna de los chamanes que cobran voz en tus cuentos para contar de noche y para alumbrar caminos; que todos nuestros ojos se junten con tus ojos para ayudarnos a mirar ese futuro enorme que con cadencia de mar abierto se balancea hoy bajo la piel de Nuestra América. Déjanos caer en la tentación del error y sus infinitos caminos y líbranos del Bien que no sea para todos y de propia voluntad, como el que pregonan tus palabras de amor por cada ser que se te hermana; amén.

domingo, 15 de julio de 2012

Un largo y doloroso (y amoroso) poema...


Cuando digo vida, digo muerte también
(versos africanos)


I
De cada manera posible
moriste en cada abril del calendario
y tu respiración empecinada
resuella aún en la noche de los tiempos
Agónica luz de faro,
vergüenza de un ser trashumante
exilado del futuro.

Te he visto morir
Cuando los vientos propicios de abril
llevaron cargueros a cazar hijos tuyos
que después serían mis padres
Te he visto morir
Bajo la centella del pico en la piedra,
en la triste huella del río mancillado,
en cada diamante expuesto en vitrina
te he visto morir
En la sombra del vuelo tras el olor de la carroña,
en la mirada perdida
de la inmigrante mil veces violada,
en las espaldas dobladas sacando lustre
a las botas del primer mundo, te he visto morir, Madre,
y sin embargo respiras.

Respiras con un ritmo de sabana mecida por el viento
Con un delicado compás
que, pese a todo, es todo menos agonía
Es el ritmo sabio del corazón de la vieja partera del mundo
que lo mismo lleva dolor
que cadencias de alegría
Nadie nota tu latido
en el estruendo de las capitales
Nadie percibe tu memoria entre tanto olvido
Nadie escucha los cueros de la bravura bantú
llamando a romper cadenas,
ni los caracoles del oráculo yoruba
cayendo sobre la mesa del destino del mundo.

II
Todavía quieren domarte los aurigas de la muerte
Todavía queda leche en tus senos exprimidos
Todavía se masturban soñando poseerte
Todavía les arden tus furores libertarios
Todavía hay quien dice Rhodesia y Congo Belga
Todavía hay quien justifica posesiones de ultramar
Todavía hay quien cree en el apartheid
Todavía hay quien se hace llamar Afrikáner
Todavía quedan velos entre tu destino y tu pueblo
Todavía quedan voces que desconocen tu voz
Todavía la sordera de quien se empeña en vivir del silencio
Todavía la limosna que no redime tu dolor
Todavía hay quien cree que quedas lejos, muy lejos.

III
¿Quién le robo su abril al poeta,
para devolverlo ensangrentado a estas tierras?
¿Quién se atrevió a callar,
y a clamar hoy por un “nunca más” y un conveniente olvido?
¿Cuántas veces caí en cada tutsi?
¿Cuántas me negué en cada Hutu?

¿Cuántos, Ruanda? ¿Cómo, Ruanda?
¿Qué maldita palabra puede albergar tanto dolor
para poder decirte y decirte completa?
¿Cuántos abriles lluviosos harán falta
para poder lavar tanta sangre?

Los veo venir
No traen la voz de tus antiguos
ni el tambor de tu telúrica entraña
No traen el baile de tus súbditos
sino la pólvora de tus amos,
tus nuevos amos
Los que abrieron tu pubis generoso
para saciar su hambre añeja
Los que cuartearon tu rostro con absurdas fronteras
Los que cargaron los barcos negreros
para llevarte lejos
Los mismos que al asomar la patera
abren sus asquerosas fauces para ladrar,
como las abrieron ayer para devorarte sin piedad.

Los veo venir
Son hombres como yo,
niños como yo,
viejos como yo,
negros como yo
Se acercan con el paso firme
de quien cree en todos sus absurdos
Sobre ellos la oscuridad envolvente de una noche larga
¿Quién escribió los preceptos de este odio?
¿Quién puede aspirar el olor de una flor este abril,
cuando todos los zamuros del mundo vuelan con destino a Ruanda?


¿Quién sabe de mi madre hutu y de mi padre tutsi?
¿Quién sabe de ti, Ruanda?
¿Las mujeres que cargan con el peso de seguir vivas?
¿Los genocidas que pretendieron mutilarte?
¿Los que convenientemente callaron?
¿Los que contaron con precisión tus muertos?
¿Los niños que heredaron la muerte como único legado?
¿Los gestores del fracaso de la civilización?
¿Los cineastas de holocaustos?
¿Las academias de historia?
¿Los que ni escapando escaparon?
¿Los que con una condena pública se fueron a dormir tranquilos?

Se sabrá de ti, Ruanda,
cada vez que viajemos a lo más hondo de nuestras miserias
y regresemos en pie de ese viaje

Dios te salve, Ruanda,
Llena eres de gracia…

IV
He aquí que de ti vengo y a ti voy
He aquí que eres semilla de mis semillas

Fruto de tus amores soy,
de tus pesares fruto soy
Me lo dicen los rostros de cada negro de Campoma
y el tambor cimarrón que con el viento del oeste
emprende su vuelta a casa
Me lo dicen Desideria y Pastora,
Bobby Marley y Perucho Cova
Me lo dicen Guillén y Miguel James
Me lo dicen las volutas del tabaco
y el vaivén de las caderas de la negra Encarnación.

Hijo de tu suerte soy
Sangre de tu sangre soy
He aquí que eres luz frente a mi proa
Soy gaviota de tu mar,
cristal de sal en el viento
en viaje de vuelta a tus costas.