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lunes, 28 de mayo de 2012

De vez en cuando un poema...


Credo (obstinado)

Sigo creyendo en la palabra que no cree en nadie
porque apenas puede creer en todos
Sigo creyendo que el tiempo
es el peor invento de Dios
y la mejor excusa del hombre
Creo que todo cuanto baja tiene que subir
Sino serviría de nada la poesía entera.

Sigo creyendo que habrá de llegar el tiempo
cuando el poema no exija enzimas par ser digerido

Sigo creyendo que la mejor metáfora es la desnuda,
aquella que no disimula sus filos asesinos.

Sigo creyendo en nosotros, más que en ti, más que en mí...
  Y es por nosotros
que escribo.

martes, 22 de mayo de 2012

Aquí pensando vainas...

Culinario

Sarrapia, cumache, lau-lau, ají, telita, cachapa, pelao, rayado, coporo, domplín, aguaíto, mazapán, dorado, sapoara, caribe... Palabras, productos, sabores, que de tan cotidianos, tan obvios, se van volviendo invisibles, entre el estruendo edulcorante de otras palabras, otros productos, otros sabores, anunciados con más pompa, más colores y brillantes luces. Enceguecedores destellos del mismo sol de todos los días reflejados en las cuentas de vidrio y los manchados espejos. 
Pero el resultado es el mismo (nos tome un instante o 500 jodidos años), frente a la cuenta de vidrio, frente al espejo sucio, finalmente nos vemos el rostro, nos reconocemos y emprendemos la senda de la tarea pendiente. 
Mi tarea pendiente hoy -lo se después de verme repetido en los espejos de la rebeldía consentida, la libertad pagada a plazos, las instituciones sagradas y civiles, los sabores igualados, los productos en masa y la palabra homogeneizante- es resistir compartiendo lo que por obvio fui dejando de repetir, hasta casi perder su sana costumbre: Sarrapia, cumache, lau-lau, ají, telita, cachapa, pelao, rayado, coporo, domplín, aguaíto, mazapán, dorado, sapoara, caribe... Palabras, productos, sabores que no necesitan ser rescatados (valga la aclaratoria) porque existen y gozan de excelente salud en las prácticas cotidianas de un pueblo más sabio (y paciente) que el más sabio de sus habitantes. Palabras, productos, sabores, que no necesitan nada de mí; soy yo quien necesita de ellos, para reconocerme, ya en el reflejo de cualquier espejo, ya en reflejo del agua limpia que va buscando su destino en el mar frente al cual nací.
Y así, río abajo y rumbo al norte, como en regresión de sonidos, aromas, estallidos de gustos añejos en mi lengua, se van multiplicando las palabras, los productos, los sabores: moriche, caña, chigüire, pan del año, jurel, guacuco, pargo, níspero, pomarrosa, cacao, lamparosa, pepitona, guarapo, chivo, cazón, corocoro, ponsigué... Voy por ellos.