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viernes, 28 de septiembre de 2012

Manual de ruralidad y malas costumbres



1
Si lo primero que haces al despertar es mirar el reloj, Felicidades. Eres de los esclavos que acostumbran a revisar el buen estado de sus cadenas. Tal vez no te prodigue el tiempo felicidad, pero tampoco habrá tristeza… Eres el afortunado ganador de un combo de certidumbres; candidato fijo a una muy formal y plácida buena vida sin sobresaltos.

2
Si Caín era un envidioso y Abel un miedoso irremediablemente sumiso, entonces Adán y Eva fueron los peores padres; y Dios el más grande de los hijos de puta. La buena noticia, de ser cierta la historia, es que el “Todopoderoso” no tiene madre conocida.

3
Un fantasma ha poblado las soledades, ha desquiciado bisagras, abierto gavetas, desenterrado historias, tesoros y huesos. Un fantasma es una mujer cautiva por medio siglo, un niño mudo por indiferencia, una ciudad habitada por la desmemoria de quinientos años, un país que desaprende su vocabulario de postración, disimulo y reverencias. En la ciudad donde nací, una mujer vivió un ignominioso cautiverio de amor que, al revelarse, nos recordó a todos cuanta miseria se empoza en los oratorios y baúles de nuestras “mejores familias”. Marginales, proscritos, vagabundos, pobres de solemnidad, manos sucias, pieles tostadas, vulgo, populacho, esdientaos, menesterosos, hermanos míos: ¡Olvidémonos de hacer la historia y empeñémonos en deshacerla!

4
Si lo segundo que haces en la mañana es encender la tele, mejor todavía. Te ganaste un desayuno que engorde, una mañana aprehensiva, una cerveza tibia, el derecho a comulgar y el deber de confesarte. Disfruta tu pedazo de pan, tu vestido y tu techo sin hacer muchas preguntas. Y si vas a rebelarte, a quemar tus naves para alumbrar el futuro, en un ataque de dignidad o en un acto de iluminada conciencia, al menos apaga la tele, por favor.

5
Si te preguntas cuándo representarán los políticos verdaderamente al pueblo. La respuesta es simple: cuando en los curules y ministerios, en las pantallas y los partidos, veamos gente con las manos callosas, con la huella de muchos soles en la piel, con el rastro de muchos sudores en la camisa, con la espalda conciente de cuanto pesa el pan de los hijos, con la mirada tranquila de quien sabe cuando comenzarán las lluvias. Cuando el político sea el arriero, el pescador, la campesina, el albañil, la enfermera... Y Cuando el arriero, el pescador, la campesina, el albañil y la enfermera se enteren que son, ante todo, políticos por naturaleza.

6
Si, tienes razón: Es de una elegancia irreprochablemente posmoderna desayunar frugalmente con fresas mientras se pudren los cambures a cuarenta y dos grados a la sombra. ¡Bravo, te graduaste de filósofo!


7
Todo “para siempre” es una sentencia de muerte. Todo “mientras tanto” es un acto de cobardía. ¿Ves, cuan acertado resulta decir “por ahora”?

8
Hace poco presencié una discusión entre militantes de la lectura y simpatizantes de la cerveza. Me hizo reflexionar sobre la capacidad humana de reducirlo todo a dualidades fundamentales: sí o no, luz o tinieblas, bueno o malo, Diablo o Dios, dulce o amargo, nos vamos o nos quedamos, y así… Pocos defienden su derecho a pensar (y decir): “sí, pero no me da la gana…” o “Ni diablo ni dios, mejor nosotros” o “Ni luz ni tinieblas, mejor nosotros” o “Ni bueno ni malo, mejor nosotros”; en fin, menos mal que con los libros y las cervezas no pasa lo mismo que con el problema que inventó la economía de preguntarse si se producen “cañones o mantequilla”. De hecho, anoche me tomé un par de Pilsen mientras leía a Galeano.

9
Tal día como hoy, alguien pensaba y soñaba y suspiraba y deliraba imaginándose al mundo en un día como hoy. Pero no nos pongamos tristes. Tal día como hoy, alguien auguraba y se estremecía y gritaba y palidecía sentenciando el infierno, después del fin del mundo, que se viviría en un día como hoy. Por eso he aquí “la verdadera verdad revelada”: Es aquí y ahora, en el día como hoy que te tocó vivir, cuando con tus actos legarás a otros la vida o el infierno en cualquier “tal día como mañana”. Y ¿qué me dices de “tal día como ayer”? ¿Crees que borrándolo podrás borrar tu presente? ¿O es tu conveniente olvido una concesión al buen estado de tus cadenas? De nuevo, apaga la tele.

10
Las mejores biografías son las de quienes practican el mal ejemplo.

11
Fue en Macuro donde aprendí que, efectivamente y para razón de Nietszche, Dios había muerto. Fue emboscado por un par de pescadores y un militante de los desafíos en una ensenada del Caribe. Lo mataron por accidente y bajo efectos del ron, pero lo mataron. Sin embargo, también fue en Macuro -en mi  primera noche allí- donde aprendí que Dios había reencarnado en forma de  ilusión y ruido, de muerte y promesas,  de resignación y desgano, de espectáculo y elecciones. Este Dios, más poderoso, vino a hablar por nosotros para dejarnos mudos, vino a hartarnos de sexo para dejarnos sin ganas, nos dice tantas veces libertad que creemos ya no ser esclavos, nos droga de compasión para que olvidemos nuestras llagas, nos regaló la imagen para no vernos desnudos.
            Pero en Macuro -aunque tienen una humilde presencia- los medios del espectáculo son ignorados, pues en ellos “sólo se ven bolserías”, según dicen los macureños, y sólo un pueblo con la importancia histórica de Macuro, con su incomunicación, su crisis de electricidad y olvido, su “pobreza” y abandono podría saberlo. Por eso, la última palabra sólo podrían tenerla el viejo Misael, Albot, Cocó, Charito, “Café”, otros tantos (casi dos mil nombres con los que se bautizó el olvido antes de ser exilado a Macuro,) y sobre todo la tendría Eduardo Rothe, el tahúr, el políglota, el amante de profesión, el marino, el periodista, el filósofo, el soldado, el poeta, el pescador, el militante, el calculista, el miserable, el portugués, el pintor, el hippie, el macureño, el francés, el ermitaño, el birmano, el vietnamita, el italiano, el amigo, el sobrio, el borracho, el terrorista, el rico, el prometeico, el guatemalteco, el escandinavo, el hombre que llegó a estas tierras cuando se mudó del mundo (octubre de 1996).

12
Es morbosamente estúpido dejar pasar el autobús a las penas y la  muerte, ese que va por la ruta de los bares y los hoteles de carretera, las mentiras y las bocas de carmín que las inventan; dejar que pase el bus de la mala historia y la peor ciencia, no sentarse en la butaca rota de la necesidad. Es absurdo y de incautos negarse a subir al vagón del último tren con destino al arrabal de nuestros miedos, pensando que pronto vendrá a buscarte la limosina de la fortuna para llevarle a conocer la mansión de los elegidos.

13
En estos días de corres o te encaramas, se agradece el paso tranquilo y seguro de nuestra buena gente de a pie. Así que no empujen, por favor. Por esa puerta pasaremos todos.

domingo, 23 de septiembre de 2012

De vez en cuando un poema...


Un paria de Paria



Abriéndose paso desde tierras más frías
va mi corazón andando tras el olor
de tus mareas libertarias
Encendida a los soles fulminantes del Caribe Sur
descansa tu costa
con señas de truco, sensualidad salvaje
y ternura borracha.

Por decreto universal,
dictado por la voluntad de mi libérrima gana,
hágase de Paria manantial de la belleza,
reducto de la última utopía
y medicina natural contra el dolor
Porque siempre habrá un amanecer
para quien lo necesite,
porque allí los sabios guardan silencio,
porque siempre habrá un silencio que callar
y un grito desde la acera del frente,
porque siempre habrá pesca que salve el día
y madrugadas que salven la noche,
porque siempre habrá un par de labios queriendo besar
y una boca en espera de un beso,
porque siempre habrá un milagro en puertas
y ángeles caminando por la playa,
porque siempre habrá un carnaval para volver
y una cuaresma para sanarse,
porque de allí siempre
saldrá herida de muerte la solitaria soledad,
porque siempre habrá Unare en la costa de Paria
y un vale nueve para volver a perderlo todo,
porque siempre será Paria un cuerpo desnudo
para que un paria lo desande
contra las embestidas del olvido y los vientos del oeste
que de cuando en cuando azotan,
sin poder borrar siquiera una sola de las huellas
que deja Paria en las costas de nuestra fe.