AQUELLA CIUDAD TANTAS VECES DESTRUIDA
Aquella ciudad
tantas veces destruida
es una revelación inconclusa
de la febril pesadumbre por el poder eterno que guarda para
sí
un implacable dios solitario.
Aquella ciudad es de sal
y de hambre, de amor y de arcilla.
El escenario infame de las batallas perdidas de Dios.
Cumaná desde el Castillo. Tomada del Blog de Julián Rivero |
Aquella ciudad es de nadie,
aquella ciudad es tan mía.
Aquellas casitas con cuarenta de fiebre
en la mansedumbre hedionda de las orillas del Golfo
son el monasterio de los profetas del desastre;
grandes poetas que escriben
manifiestos irrepetibles entre escupitajos de tabaco y ron,
con espinas de tajalí
incrustadas en las encías, como recordando
el dolor del mundo después del milagro de multiplicar
la desdicha de la última cena.
Aquella ciudad tiene un castillo,
testigo único de una gloria de dudosa procedencia.
Y tiene amores, enredados en los manglares
que se calcinaron por la sed de mañana
que devoró a sus fantasmas de antaño.
Y tiene a Lola y tiene a Yeyo, como todas las ciudades
tantas veces destruidas.
Aquella ciudad es un milagro de la creación;
nació de una centella de fuego
por el choque del tridente del mal y la espada de un ángel.
Desde entonces no ha dejado de parirse a sí misma
viviendo y muriendo
entre el vientre de un Golfo posesivo
y el semen de un río pequeño
que no nos deja ir por nuestras madres enfermas.
Aquella ciudad es de San Juan y de un diablo danzante,
de Santa Inés y de la Culebra
del poeta misógino y del Abel redentor.
Si no se acaba el ponsigué
tal vez tampoco acabe esta historia...
Febrero-Marzo 2004
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