1
Si lo primero que haces al
despertar es mirar el reloj, Felicidades. Eres de los esclavos que acostumbran
a revisar el buen estado de sus cadenas. Tal vez no te prodigue el tiempo
felicidad, pero tampoco habrá tristeza… Eres el afortunado ganador de un combo
de certidumbres; candidato fijo a una muy formal y plácida buena vida sin
sobresaltos.
2
Si Caín era un envidioso y Abel
un miedoso irremediablemente sumiso, entonces Adán y Eva fueron los peores
padres; y Dios el más grande de los hijos de puta. La buena noticia, de ser
cierta la historia, es que el “Todopoderoso” no tiene madre conocida.
3
Un fantasma ha poblado las
soledades, ha desquiciado bisagras, abierto gavetas, desenterrado historias,
tesoros y huesos. Un fantasma es una mujer cautiva por medio siglo, un niño
mudo por indiferencia, una ciudad habitada por la desmemoria de quinientos
años, un país que desaprende su vocabulario de postración, disimulo y
reverencias. En la ciudad donde nací, una mujer vivió un ignominioso cautiverio
de amor que, al revelarse, nos recordó a todos cuanta miseria se empoza en los
oratorios y baúles de nuestras “mejores familias”. Marginales, proscritos,
vagabundos, pobres de solemnidad, manos sucias, pieles tostadas, vulgo, populacho,
esdientaos, menesterosos, hermanos míos: ¡Olvidémonos de hacer la historia y
empeñémonos en deshacerla!
4
Si lo segundo que haces en la
mañana es encender la tele, mejor todavía. Te ganaste un desayuno que engorde, una
mañana aprehensiva, una cerveza tibia, el derecho a comulgar y el deber de
confesarte. Disfruta tu pedazo de pan, tu vestido y tu techo sin hacer muchas
preguntas. Y si vas a rebelarte, a quemar tus naves para alumbrar el futuro, en
un ataque de dignidad o en un acto de iluminada conciencia, al menos apaga la
tele, por favor.
5
Si te preguntas cuándo
representarán los políticos verdaderamente al pueblo. La respuesta es simple: cuando
en los curules y ministerios, en las pantallas y los partidos, veamos gente con
las manos callosas, con la huella de muchos soles en la piel, con el rastro de
muchos sudores en la camisa, con la espalda conciente de cuanto pesa el pan de
los hijos, con la mirada tranquila de quien sabe cuando comenzarán las lluvias.
Cuando el político sea el arriero, el pescador, la campesina, el albañil, la enfermera...
Y Cuando el arriero, el pescador, la campesina, el albañil y la enfermera se
enteren que son, ante todo, políticos por naturaleza.
6
Si, tienes razón: Es de una
elegancia irreprochablemente posmoderna desayunar frugalmente con fresas
mientras se pudren los cambures a cuarenta y dos grados a la sombra. ¡Bravo, te
graduaste de filósofo!
7
Todo “para siempre” es una
sentencia de muerte. Todo “mientras tanto” es un acto de cobardía. ¿Ves, cuan
acertado resulta decir “por ahora”?
8
Hace poco presencié una discusión
entre militantes de la lectura y simpatizantes de la cerveza. Me hizo
reflexionar sobre la capacidad humana de reducirlo todo a dualidades
fundamentales: sí o no, luz o tinieblas, bueno o malo, Diablo o Dios, dulce o
amargo, nos vamos o nos quedamos, y así… Pocos defienden su derecho a pensar (y
decir): “sí, pero no me da la gana…” o “Ni diablo ni dios, mejor nosotros” o
“Ni luz ni tinieblas, mejor nosotros” o “Ni bueno ni malo, mejor nosotros”; en
fin, menos mal que con los libros y las cervezas no pasa lo mismo que con el
problema que inventó la economía de preguntarse si se producen “cañones o
mantequilla”. De hecho, anoche me tomé un par de Pilsen mientras leía a
Galeano.
9
Tal día como hoy, alguien pensaba
y soñaba y suspiraba y deliraba imaginándose al mundo en un día como hoy. Pero
no nos pongamos tristes. Tal día como hoy, alguien auguraba y se estremecía y
gritaba y palidecía sentenciando el infierno, después del fin del mundo, que se
viviría en un día como hoy. Por eso he aquí “la verdadera verdad revelada”: Es
aquí y ahora, en el día como hoy que te tocó vivir, cuando con tus actos
legarás a otros la vida o el infierno en cualquier “tal día como mañana”. Y
¿qué me dices de “tal día como ayer”? ¿Crees que borrándolo podrás borrar tu
presente? ¿O es tu conveniente olvido una concesión al buen estado de tus
cadenas? De nuevo, apaga la tele.
10
Las mejores biografías son las de
quienes practican el mal ejemplo.
11
Fue en Macuro donde aprendí que,
efectivamente y para razón de Nietszche, Dios había muerto. Fue emboscado por
un par de pescadores y un militante de los desafíos en una ensenada del Caribe.
Lo mataron por accidente y bajo efectos del ron, pero lo mataron. Sin embargo,
también fue en Macuro -en mi primera
noche allí- donde aprendí que Dios había reencarnado en forma de ilusión y ruido, de muerte y promesas, de resignación y desgano, de espectáculo y
elecciones. Este Dios, más poderoso, vino a hablar por nosotros para dejarnos
mudos, vino a hartarnos de sexo para dejarnos sin ganas, nos dice tantas veces
libertad que creemos ya no ser esclavos, nos droga de compasión para que
olvidemos nuestras llagas, nos regaló la imagen para no vernos desnudos.
Pero
en Macuro -aunque tienen una humilde presencia- los medios del espectáculo son
ignorados, pues en ellos “sólo se ven bolserías”, según dicen los macureños, y
sólo un pueblo con la importancia histórica de Macuro, con su incomunicación,
su crisis de electricidad y olvido, su “pobreza” y abandono podría saberlo. Por
eso, la última palabra sólo podrían tenerla el viejo Misael, Albot, Cocó, Charito,
“Café”, otros tantos (casi dos mil nombres con los que se bautizó el olvido
antes de ser exilado a Macuro,) y sobre todo la tendría Eduardo Rothe, el
tahúr, el políglota, el amante de profesión, el marino, el periodista, el
filósofo, el soldado, el poeta, el pescador, el militante, el calculista, el
miserable, el portugués, el pintor, el hippie, el macureño, el francés, el
ermitaño, el birmano, el vietnamita, el italiano, el amigo, el sobrio, el
borracho, el terrorista, el rico, el prometeico, el guatemalteco, el
escandinavo, el hombre que llegó a estas tierras cuando se mudó del mundo (octubre de 1996).
12
Es morbosamente estúpido dejar
pasar el autobús a las penas y la
muerte, ese que va por la ruta de los bares y los hoteles de carretera,
las mentiras y las bocas de carmín que las inventan; dejar que pase el bus de
la mala historia y la peor ciencia, no sentarse en la butaca rota de la necesidad.
Es absurdo y de incautos negarse a subir al vagón del último tren con destino
al arrabal de nuestros miedos, pensando que pronto vendrá a buscarte la
limosina de la fortuna para llevarle a conocer la mansión de los elegidos.
13
En estos días de corres o te
encaramas, se agradece el paso tranquilo y seguro de nuestra buena gente de a
pie. Así que no empujen, por favor. Por esa puerta pasaremos todos.
Un hermoso texto... atronador para la tan cómoda cursilería cotidiana que nos arrastra enganchados a las agujas del reloj, regalándonos arrugas y por suerte, también más lecturas y amores... Salud!
ResponderEliminar¡Dani! Por guerrera, por querida, por amiga, por brillante y por poeta, esas palabras me llegan hondo. ¡Todos los besos y abrazos!
EliminarY después de todo ¿quién decide cuáles son las buenas y las malas costumbres? Me quedo con las costumbres del pueblo, lo que muy acertadamente llamas ruralidad, la sabiduría del pueblo vale mucho más que cualquier manual de urbanidad, así que por ese camino voy pausadamente y sin empujones. ¡Un abrazo poeta!
ResponderEliminar¡Minina! ¡Cuan arrullado siente uno el corazón con un ronroneo como ese! Me encanta que te guste, te tengo entre mis lectoras favoritas (por lectora y escritora). Ya hablaremos, con tiempo, de cierto poemario que tuve el placer de hacerte llegar. Un abrazo.
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