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domingo, 15 de julio de 2012

Un largo y doloroso (y amoroso) poema...


Cuando digo vida, digo muerte también
(versos africanos)


I
De cada manera posible
moriste en cada abril del calendario
y tu respiración empecinada
resuella aún en la noche de los tiempos
Agónica luz de faro,
vergüenza de un ser trashumante
exilado del futuro.

Te he visto morir
Cuando los vientos propicios de abril
llevaron cargueros a cazar hijos tuyos
que después serían mis padres
Te he visto morir
Bajo la centella del pico en la piedra,
en la triste huella del río mancillado,
en cada diamante expuesto en vitrina
te he visto morir
En la sombra del vuelo tras el olor de la carroña,
en la mirada perdida
de la inmigrante mil veces violada,
en las espaldas dobladas sacando lustre
a las botas del primer mundo, te he visto morir, Madre,
y sin embargo respiras.

Respiras con un ritmo de sabana mecida por el viento
Con un delicado compás
que, pese a todo, es todo menos agonía
Es el ritmo sabio del corazón de la vieja partera del mundo
que lo mismo lleva dolor
que cadencias de alegría
Nadie nota tu latido
en el estruendo de las capitales
Nadie percibe tu memoria entre tanto olvido
Nadie escucha los cueros de la bravura bantú
llamando a romper cadenas,
ni los caracoles del oráculo yoruba
cayendo sobre la mesa del destino del mundo.

II
Todavía quieren domarte los aurigas de la muerte
Todavía queda leche en tus senos exprimidos
Todavía se masturban soñando poseerte
Todavía les arden tus furores libertarios
Todavía hay quien dice Rhodesia y Congo Belga
Todavía hay quien justifica posesiones de ultramar
Todavía hay quien cree en el apartheid
Todavía hay quien se hace llamar Afrikáner
Todavía quedan velos entre tu destino y tu pueblo
Todavía quedan voces que desconocen tu voz
Todavía la sordera de quien se empeña en vivir del silencio
Todavía la limosna que no redime tu dolor
Todavía hay quien cree que quedas lejos, muy lejos.

III
¿Quién le robo su abril al poeta,
para devolverlo ensangrentado a estas tierras?
¿Quién se atrevió a callar,
y a clamar hoy por un “nunca más” y un conveniente olvido?
¿Cuántas veces caí en cada tutsi?
¿Cuántas me negué en cada Hutu?

¿Cuántos, Ruanda? ¿Cómo, Ruanda?
¿Qué maldita palabra puede albergar tanto dolor
para poder decirte y decirte completa?
¿Cuántos abriles lluviosos harán falta
para poder lavar tanta sangre?

Los veo venir
No traen la voz de tus antiguos
ni el tambor de tu telúrica entraña
No traen el baile de tus súbditos
sino la pólvora de tus amos,
tus nuevos amos
Los que abrieron tu pubis generoso
para saciar su hambre añeja
Los que cuartearon tu rostro con absurdas fronteras
Los que cargaron los barcos negreros
para llevarte lejos
Los mismos que al asomar la patera
abren sus asquerosas fauces para ladrar,
como las abrieron ayer para devorarte sin piedad.

Los veo venir
Son hombres como yo,
niños como yo,
viejos como yo,
negros como yo
Se acercan con el paso firme
de quien cree en todos sus absurdos
Sobre ellos la oscuridad envolvente de una noche larga
¿Quién escribió los preceptos de este odio?
¿Quién puede aspirar el olor de una flor este abril,
cuando todos los zamuros del mundo vuelan con destino a Ruanda?


¿Quién sabe de mi madre hutu y de mi padre tutsi?
¿Quién sabe de ti, Ruanda?
¿Las mujeres que cargan con el peso de seguir vivas?
¿Los genocidas que pretendieron mutilarte?
¿Los que convenientemente callaron?
¿Los que contaron con precisión tus muertos?
¿Los niños que heredaron la muerte como único legado?
¿Los gestores del fracaso de la civilización?
¿Los cineastas de holocaustos?
¿Las academias de historia?
¿Los que ni escapando escaparon?
¿Los que con una condena pública se fueron a dormir tranquilos?

Se sabrá de ti, Ruanda,
cada vez que viajemos a lo más hondo de nuestras miserias
y regresemos en pie de ese viaje

Dios te salve, Ruanda,
Llena eres de gracia…

IV
He aquí que de ti vengo y a ti voy
He aquí que eres semilla de mis semillas

Fruto de tus amores soy,
de tus pesares fruto soy
Me lo dicen los rostros de cada negro de Campoma
y el tambor cimarrón que con el viento del oeste
emprende su vuelta a casa
Me lo dicen Desideria y Pastora,
Bobby Marley y Perucho Cova
Me lo dicen Guillén y Miguel James
Me lo dicen las volutas del tabaco
y el vaivén de las caderas de la negra Encarnación.

Hijo de tu suerte soy
Sangre de tu sangre soy
He aquí que eres luz frente a mi proa
Soy gaviota de tu mar,
cristal de sal en el viento
en viaje de vuelta a tus costas.

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