CONJURO PARA QUE AMANEZCA
Andábamos
desclavando señas, buscando perdernos en la ruta ciega del Mandala. La Generala
se quedó dormida en la tercera esquina y nosotros bebimos agua de un viejo que
podía haber sido nuestro hijo. Tú completabas dos, pero yo era la mitad de
nada, luego siempre éramos uno por separado, pero juntos hacíamos cero. Ser
cero en esos años tenía su encanto, nunca sumábamos algo y no éramos
invisibles, quedábamos asentados en el libro de los muertos como cero, nunca
nada, siempre cero.
¿Quién
podría preguntar por amor en un lugar como ese? Ahora el mundo es la otra cara
de una moneda vencida, ya no se cuentan los años y los hombres del tercer
milenio no son un mito. Sólo el mar conserva su ritmo de cadencia lasciva. Si
bien nos hemos librado del panfleto, los filósofos de hoy son seres de la peor
calaña; si no andan entre la multitud pidiendo la cabeza de Danton, se les ve
ebrios en la carreta, sabios, casi muertos, en silencio. No han encontrado
vacuna para tu mal, pero lograron enterrar a los situacionistas, al Ché a
Cristo y a todo aquel que anduvo desnudo por la ruta de su Mandala.
Mientras
certifican las reencarnaciones y santifican lo incorrupto, la vieja ciudad de
donde salimos amenazó con irse al mar sin equipaje. En su intento suicida
perdimos a cientos y ganamos a miles. La vieja cervecería quedó intacta, tu
retrato soportó estoicamente el dolor de contenerte durante los segundos
aciagos del sismo.
Los
diarios dicen que todo va bien, pero un profesor no puede pagar una prostituta,
no te imaginas cuanta moral se respira en aquella callejuela del desconsuelo.
Cousteau se largó y estamos en Marte, Itaca está a un par de horas y en Macondo
celebrarán la feria del nuevo siglo. Un transformista recibió el mensaje que
soltamos al mar el año de los crisantemos muertos. Mis huesos ya cumplieron el
siglo, tú aún no cumples veintitrés, pero te recuerdo hablando de mayo. Aquí
eternamente es noviembre, así que vuelve y acaba con la farsa de tu tumba,
porque que desde que has muerto no se deja ver la mañana.
Julio de 1997
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